martes, 17 de diciembre de 2013

Relaciones enfermizas


Pero, ¿a qué denominamos “relación enfermiza”?,
Pues a toda manifestación conductual que nos lleva a relacionarnos con otros individuos de manera inadecuada, en donde prevalece la manipulación, el individualismo, la minusvalía del Ser, la inseguridad, baja autoestima, la co-dependencia emocional, etc.

Lo irónico estriba en que al relacionarnos buscamos resolver o cubrir una necesidad y lo que conseguimos, en muchas ocasiones, es “comprar” un sinnúmero de problemas.

Ahora bien, existe otro tipo de contacto que llamamos “relación saludable”, en donde el vínculo prevaleciente es el respeto mutuo, la empatía, la buena comunicación, el amor, el planteamiento de proyectos en común, la búsqueda de una mejora en su calidad de vida; en contraste, el vínculo de las “relaciones enfermizas” se fundamenta en la intolerancia, la incomunicación, la ausencia de proyectos en común, la resignación, el hastío y la incomprensión.

¿Cómo surgen o cómo se originan las “relaciones enfermizas”?
“Aunque parezca producto de novela de terror o de cultura lejana, miles de mujeres- y varios hombres también- del siglo XXI son víctimas de [este tipo de relaciones] y, lo que es peor, son adictas a ellas”, así lo afirma el psiquiatra Ernesto Lammoglia.

De acuerdo al Dr. Lammoglia muchos individuos son adictos a estas relaciones porque de pequeños lo vivieron en su casa, dentro de su familia; y son modelos conductuales que repiten a lo largo de su vida en diversas situaciones.

¿Cuál es la dinámica de una “relación enfermiza”?
La dinámica de una “relación enfermiza” se caracteriza por poseer una increíble capacidad para crear las condiciones para vivir mal, para hacer infeliz al otro.

Dentro de ese vivir mal ocupa un sitio importante la parte emocional, la de realización personal, como por ejemplo la ausencia de proyectos compartidos, la agresión constante mediante la desvaloración, subestimación, insultos, infidelidad y burla; en cuanto a lo físico va desde empujones, forcejeos y apretones, hasta brutales golpizas.

¿Y entonces porque continúan con la relación?...
Es común que en estas relaciones la dinámica se base en grandes cambios de comportamiento, es decir que el que ofende, se arrepiente de sus acciones, ofrece disculpas y se torna afectuoso, haciéndole creer a la otra persona que todo puede cambiar. De esta manera surge un ciclo llamado “Tensión-maltrato-reconciliación”

¿Qué señales pueden indicar la presencia de una “relación enfermiza”?
Textos especializados sobre el tema explican algunos síntomas que experimentan quienes viven una relación enfermiza, algunos de ellos son: Pérdida de proyectos, desinterés por lo que antes importaba, baja autoestima, depresiones constantes, señal de maltrato físico, etc.

Los comportamientos clásicos en este tipo de relación son:
a) Se establece una relación de “control” con la vida del otro.
b) Para evitar problemas el “controlado” renuncia a actividades y a personas que son importantes en su vida, permitiendo que el otro maneje su vida.
c) Cuando el “controlado” hace algo que disgusta al “controlador”, este se violenta, generando un estado de angustia o miedo en el otro.
d) Por lo regular el “controlado” mantiene en secreto lo que vive, no dice nada a familiares y amigos por vergüenza o por evitar conflictos.
e) El “controlado” suele desorientarse en los momentos en que el “controlador” se arrepiente y pide disculpas, sembrando la esperanza de un cambio en lo futuro.
f) El “controlado” llega a pensar que puede cambiar al otro, que todo es cuestión de tiempo.
g) La vida cotidiana de estas relaciones se desarrolla dentro de una dinámica de “dominio-dependencia”, de “estira y afloja”; mientras más tiempo pase, la adición a lo enfermizo raya en la destrucción.

¿Qué puedo hacer para terminar con una “relación enfermiza”?
Se invita a que hagamos conciencia del cómo nos relacionamos con seres significativos, si notamos que en nuestro comportamiento existen varias de estas actitudes se recomienda que hablemos con alguien: familiares, amigos, maestros; que busquemos ayuda profesional: psicólogos, médicos, sacerdotes, etc., a fin de buscar el desahogo e intercambiar puntos de vista con respecto a lo tratado.

Hay que recordar que no existen “recetas mágicas” y que cada caso es particular y requiere de un tratamiento específico.

http://www.sanpablo.org.mx/snp/articulo.php?id=22